viernes, 11 de mayo de 2018

Cuba: El anacronismo de un círculo hacia otra fatalidad.





 ¨De tal modo, eventos sorprendentemente similares, ocurriendo, sin embargo, en diferentes situaciones históricas, llevaron a resultados completamente diferentes.¨
Carlos Marx.

No es la intención matar al mensajero. Aunque muchas veces el mensajero no es el neutral vehículo, que desea aparentar, de la mala nueva, sino el que, o la crea, o el que muy gustoso la difunde. Debo confesar que no comulgo con la pretendida objetividad de cualquier análisis, ni del periodismo, pero mucho menos en el campo de las llamadas ciencias sociales. Ya deberíamos estar de regreso de todo. Pero hay que decir, al menos, que la tesis que aquí se comenta, pertenece a economistas, cubanos por más señas, de ese círculo de especialistas muy esforzados en su tarea de convencer a Cuba de que debe profundizar, cuanto más rápido mejor, lo que ellos llaman reformas, (la palabra actualización les produce urticaria académica), y que padecen de esa semántica manía equilibrista de escribir embargo/bloqueo, cuando se refieren al susodicho tema.
A propósito del debate principalmente económico, la tesis de marras  diserta sobre la ¨necesidad de diversificar las formas de propiedad y gestión de la economía y a la vez preservar la condición socialista del sistema¨ Dicho así, no parece que haya nada nuevo, ni que se aleje de los objetivos cubanos. Como quien esto escribe no es economista, se priva de entrar a discutir los argumentos puntuales de una disciplina en que son muy versados  estos autores. Pero como soy de esos  cubanos que están vivamente interesados en comprender las implicaciones que tiene para el socialismo la medular cuestión de la propiedad privada y el mercado, no puedo dejar de prestar la máxima atención a esos criterios.
La impulsión humana de discurrir mediante analogías conlleva a mirar, e intentar trasladar, otras experiencias a situaciones forzosamente diferentes. Pese a que el entendido sabe, o debe saber mejor que nadie, que la analogía debe detenerse en el límite en que se corra el riego de extrapolar  unas circunstancias específicas e intransferibles a otras. En este caso la mirada se vuelve con insistencia hacia los derroteros de la China y de Vietnam, especialmente, pues se tratan de proyectos que, sin abandonar la voluntad socialista, ahora numerosos estudiosos se devanan las entendederas para comprender desde la teoría (y para proponer prácticas) y definir qué es ese socialismo y cómo resolver, en la época del dominio absoluto del capitalismo, la convivencia conflictiva del interés individual con las aspiraciones del proyecto comunista.
Nuestros economistas comprenden bien ese conflicto. Cito de uno de esos textos: ¨… la razón de ser de la empresa privada (por mucha responsabilidad social que puedan tener) es la rentabilidad y la acumulación.¨ ¿Y qué dictan los tiempos? Someterse a la evidencia...
Pero someterse con un amplio surtido de recetas salvadoras: controles fiscales, coinversión y cogestión entre el estado y el sector privado, etc. Hasta donde sabe este comentarista, que es casi nada de teoría económica, los hechos tozudos comprueban que ninguna de ellas ha podido resolver los terribles problemas, por sólo mirar al Sur, de nuestro continente. Ahora mismo Argentina se aboca a otra crisis, después de retornar el frenético recorte de prestaciones sociales y privatizaciones del neoliberalismo, y al poco tiempo de comenzar a minar los modestos avances de aquel intento anterior por lograr un ¨capitalismo nacional¨, de un rostro más humano, menos salvaje. Y acude a nada menos que a quien ayudará a profundizar la crisis mucho más, pidiendo desesperadamente la ¨ayuda¨ del FMI. (Recuerdo en este instante que no ha mucho, uno de esos economistas le aconsejaba a Cuba, urdido con sesudas razones, entrar en  ese organismo.)
Pero lo que más interesa ahora es una arista del tema que no podía dejar de tocar un pensamiento económico que desee  librarse  del reproche de encerrarse en los límites de su disciplina. La cuestión de fondo consiste en demostrar que el socialismo, ese que no le conviene al Capital, es, ya, inviable. Por ello, además de recetas y procedimientos económicos que de todas maneras necesitan de una comprobación fáctica todavía indemostrada, se  necesita buscar argumentos más ¨profundos¨,  y si es posible, de alguna envergadura ¨filosófica¨. 
Así, ya aventurándose en terrenos conceptuales, se nos afirma sobre Cuba que: ¨…en ningún caso el país clasificaría en la situación que el pensamiento marxista clásico definía como condiciones para el socialismo (sociedades desarrolladas y sistema internacional) ¨. Es decir, paladinamente declarado: ya Cuba no puede proponerse el socialismo, aunque nótese que mucho antes el mismo autor que decreta la imposibilidad, ha declarado que sus propuestas se proponen ¨preservar la condición socialista del sistema.¨ ¿Cómo va a preservar lo que ya considera que es imposible, incluso, construir? Aquí se viola, alegremente, uno de los principios del viejo Parménides, el de no contradicción (nada puede ser y no ser al mismo tiempo).

Dejando a un lado esta curiosa incoherencia, quizás un lapsus involuntario, quizás un desliz del subconsciente, de todas maneras estamos en presencia de un anacronismo argumental.

Pues hace ya algún tiempo, ríos de tinta y bits informáticos por medio, que se ha refutado en toda la línea aquella deformación manualezca del marxismo que aherrojaba el decursar histórico a transitar por rígidas etapas, peldaño a peldaño, de una formación económico social a otra, y que postulaba, así, el determinismo histórico fatalista que exigía pasar por una previa etapa de desarrollo capitalista como umbral y condición inevitable para un tránsito hacia el socialismo.

Marx refutó los primeros vagidos de esa interpretación inicial de su teoría que luego daría lugar al anquilosamiento dogmático del llamado ¨etapismo¨.

Estudió el idioma ruso para informarse de primera mano acerca de la comuna campesina rusa, y  acopió,  estudió e incorporó a su obra cumbre, el resultado del análisis de una enorme  información de realidades que no pertenecían a la Europa Occidental. Además puso en su lugar esas interpretaciones que, según aclara, refutándola, estarían destinadas a:

¨…convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico—histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ella concurran, para plasmarse por fin en aquella formación económica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio.)¨  

(ver el estudio detallado de este tema en Marx en su (tercer) mundo, de Néstor Kohan, en especial el capítulo homónimo. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2003. Contiene un anexo titulado La ruptura con el eurocentrismo. Carta a la redacción de Anales de la Patria.)

La otra fuente es la célebre respuesta a una pregunta de Vera Zasulich con respecto al debate de los revolucionarios rusos sobre el destino de la comunidad rural de aquel país. Con tanto ahínco esclarecedor le interesaba zanjar la cuestión, que el borrador ocupa algo así como 30 cuartillas, pese a que ya su enfermedad le impedía trabajar con la intensidad que le era proverbial, aunque al final la resumió sólo en una cuartilla.

Pero no es el caso exponer aquí lo que debe estudiarse directamente. Baste recordar que Marx, en palabras de Néstor Kohan, abordó ¨la multiplicidad plurilineal de vías alternativas (no necesariamente sucesivas) para el desarrollo histórico.¨ Lo otro es la hojarasca que se arguye ahora, y todavía, en el texto que comentamos, - pátina interesada de la que ya se ha librado el marxismo clásico, el marxismo sin ismos de Marx – y que, como en un viaje a la semilla infértil, describe un círculo hacia otra fatalidad de nuevo cuño que apunta a sembrar la idea de la imposibilidad del socialismo, basándose, entre otros argumentos también muy discutibles, en una deformación ya más que superada, del marxismo de Marx.

El socialismo emergerá como un proceso de la lucha que sea capaz de imponerse al fatalismo y la renuncia. No hay condiciones objetivas fatales y previas que el hombre no pueda modificar. Ese es el espíritu de la letra del marxismo que nos ha conducido hasta aquí.

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