viernes, 11 de mayo de 2018

Sobre los “éxitos” de la “moderación” en política

¿qué nos separa?, ¿quién nos separa?”
Enrique Ubieta.
Emilio Ichikawa, al generalizar y definir las posturas ideológicas y políticas sobre los siguientes temas cubanos, a saber: (a) relaciones Cuba-EEUU y (b) régimen político de la Isla, define una tercera actitud (c), como la de aquellos que, siendo “Defensores de la normalización de relaciones entre Cuba-Estados Unidos” son a la vez “críticos (ocasionales) del régimen político de la Isla.” 

Entre los que considera en este grupo, incluye a la figura delantera del equipo autodenominado Cuba Posible, el “moderado” Roberto Veiga. Que al agudo pensador cubano el aludido le resultase en aquel momento “moderado”, quizás se deba a que hasta el momento este no había declarado paladinamente su anticomunismo, ni anunciado tampoco con meridiana claridad el objetivo – siempre embrionario en las intenciones de esa entidad que dirige desde sus inicios, – de constituirse en un partido político. 

En posterior ocasión, un miembro de la Junta Directiva de ese “laboratorio de ideas” definía, según él, lo que era contrarrevolucionario en Cuba. Citando ahora de memoria, afirmaba que uno de los componentes de ese concepto encajaría en toda aquella postura que pretendiera disputar el poder político. El “asesor catedrático” definía así, en inusitada carambola, a su propia organización, quizás no el propósito de todos sus miembros y colaboradores, pero sí a los objetivos supra estratégicos de esa entidad, ya ahora admitidos, aunque repito, no todos los que participan y publican en esa plataforma parecen comulgar ni con el anticomunismo, ni con la oposición hipercrítica al socialismo cubano o con un tránsito de régimen que desmonte la finalidad socialista del proyecto cubano.

Sin embargo, la crítica (ocasional o no) al socialismo se realiza desde dos riberas sustancialmente diferentes: una desde dentro, como parte natural del proyecto, desde la convicción militante de una crítica que puede y debe ser todo lo frontal que sea necesaria, que debe cambiar todo lo que deba ser cambiado, pero que tiene la intencionalidad de la lealtad y la pertenencia a un objetivo socialista, – que es según mi entender, la crítica a la que ha llamado la Revolución cuando Raúl proclamó que su tarea era no otra que luchar por más socialismo, – y otra, desde una pretendida “oposición leal”, desde la no pertenencia al proyecto, incluso desde el no comunismo, que es una crítica que significativamente marca su otredad y su carácter cuando desde su génesis decide mantener nexos y aprovechar recursos y apoyos foráneos, y que se ha querido amparar y mimetizar en el llamado a la crítica partidista, aduciendo su autoridad cuando conviene, y que en realidad cuestionan en lo más íntimo, ya que no abogan por la continuidad transformadora de un proyecto socialista, sino por un “tránsito de régimen” o un cambio de modelo de estado y al que le repugna que constitucionalmente Cuba haya refrendado el socialismo, como declarara una sus figuras dirigentes en una entrevista.
Ahora, si al anticomunismo del directivo de Cuba Posible, le sumamos la confesada carencia de ideología alguna, más el intento de propiciar un cambio de régimen en la Isla y por añadidura, lo aderezamos con una no muy “ocasional” y sí muy sistemática crítica a prácticamente toda la política gubernamental cubana y al socialismo constitucional, y, finalmente, le agregamos a la receta la creación de un partido para disputar el poder político, ya lo de “moderado” pareciera que está clamando por una sana actualización del filósofo cubano. Una moderación de jure pero que llegado el momento, nunca será de facto.


Lenier González Mederos, Subdirector de Cuba, Posible, en entrevista con Elaine Díaz en Global Voices, 7 de julio de 2014
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Roberto Veiga, Director de Cuba Posible, en declaraciones a la agencia Reuters: “Yo tengo una opinión en favor de una Cuba multipartidista. Nuestro proyecto quiere facilitar esto y contribuir a la serenidad en el proceso”
Pero mucho acierto le asiste a Emilio Ichikawa cuando observa que “Esta tercera posición, llamada de “centro” o “moderada”, suele ser en las transiciones la más artera a la vez que la más “exitosa”. Y se podría parafrasear: más artera porque es la más oportunistamente exitosa y viceversa: más exitosa porque es la más artera.
Artero, dicho sólo en cubano, es el que esconde la bola y se vira y te sorprende cuando menos lo esperas. Por eso para Ichikawa, que no puede considerarse un adepto acrítico del “oficialismo” cubano, esa corriente será la responsable a largo plazo de desgracias”, que avala no por ser un “presagio” sino “solo aprendizaje de la experiencia española; nada ajena.” A lo que se pueden sumar otras varias experiencias.

No sé si sería el primero y más significativo, pero uno de los éxitos de la “moderación” del centro en política consiste en que le permite intentar, y no pocas veces lograr, la atracción de toda una gama de personas de pensamiento, sean intelectuales, especializados o no, que no necesariamente sostienen o defienden las convicciones rectoras confesas, o el núcleo duro de los objetivos de esa entidad que se propuso obviamente prestigiarse con sus personalidades y publicaciones, su notoriedad pública y el aval de sus trayectorias. 

El punto anterior se relaciona con otro de los “éxitos”, abordado más adelante: hacer pasar a todos o casi todos los que publican en sus foros, o se manifiestan en otras bitácoras, formando un bloque indistinto como los aludidos o perseguidos en los debates contra esa corriente política. Es por eso que Enrique Ubieta en algún momento se pregunta: qué nos divide? Pero más atinadamente: quién nos divide?

No otra fue la táctica seguida por la subversión ideológica durante la guerra fría, consciente de que se podía atraer a la intelectualidad de izquierda desencantada, fatigada, o vacilante en algunos probables casos, o que simplemente hubiera evolucionado en sus convicciones, hasta no necesariamente el anti socialismo, pero cuyo prestigio o posturas críticas leales pudieran ser rentable para la nueva entidad, bajo la bandera de la libertad de expresión, la democracia, y el apoyo con viajes, o premios u otras prebendas o facilidades en el mundo académico e intelectual, según fuera el caso propicio a cualquiera de esos procederes.
Y tal atracción a su órbita es posible sin ofender ciertas convicciones, porque los ideólogos puntuales de la “moderación” comienzan su partida con una apertura de ambigüedad, al presentar su proyecto, si no como antimperialista, tampoco como pro capitalista, si no como anticomunista, tampoco con el perfil de nada que se proponga el socialismo y que es la sustancia del centro en política. Y tal terreno movedizo (que Ichikawa llama “plástico”, y un ejemplo es ese lenguaje que nada dice en su indefinida ambigüedad, como afirmar que se pretende “lograr imprimirle una dosis importante de audacia y creatividad a las transformaciones en curso en el país”), es mucho más cómodo de compartir si pasa inadvertido, para unos casos, y aprovechado conscientemente, por otros.

En efecto, este primer relativo “éxito” del centro “moderado” se debe, en relación con el punto anterior, a toda una serie de postulaciones programáticas ideológicamente “simpáticas” y atrayentes para cualquier persona, exhortaciones a las que resulta de prestigio sumarse públicamente, además de que las posturas hipercríticas, sesgadas o descontextualizadas frente al socialismo, medran y cotizan muy bien en las bolsas del juego cultural capitalista: la terminología resulta intencionadamente incómoda de refutar, si no se quiere ser acusado de extremista y rígidamente ortodoxo: diálogos, consensos, tolerancias, aperturas, negociaciones, pacíficas transiciones, y cómo no, la célebre “moderación” a que se refería el Che, en la batalla política, la moderación con el capitalismo, la aceptación, – y si es la amplia difusión pública con objetivos y acciones políticas, mucho mejor, – de no sólo cualquier proyecto del otro, sino de “cualquier otro”, así sea del que no acepte la finalidad socialista de la revolución cubana, así sea del que represente intereses de sectores emergentes de riqueza aquí o allá, así sea de individuos u organizaciones con vínculos inaceptables con entidades foráneas de amplio historial subversivo.

Pero ese aspecto del “éxito” se sostiene en una evidente fragilidad: si el “fracaso” del socialismo el “centro moderado”, especialmente en sus representantes académicos economicistas y sus ideólogos orgánicos, lo atribuyen siempre a la responsabilidad interna del proyecto, resulta que cada vez es más evidente para amplias capas de la población mundial que hay una pregunta esencial que solo tiene una respuesta negativa: ¿y cuál es el éxito del proyecto económico del capitalismo?

¿Cuánto le debe la dificultad de construir una sociedad socialista, y hasta cualquier política progresista en favor de las grandes mayorías, a la enorme libertad que tiene el poder del Capital para ahogar en sangre y lodo todo intento que se le oponga?¿Cuánto a esa incesante agresión, cuánto a su falso modelo de democracia? La simple inteligencia del hombre común reacciona con sencillez ante tal enfoque tan clamorosamente unilateral.

El desprestigio del capitalismo, sobre todo el neoliberal ha tomado tal envergadura en lo que va del nuevo siglo, que se impone la insorteable obligación para los que se oponen al socialismo y prometen las nuevas maravillas por llegar, de situarse en un centro político, aunque sabemos que no exista tal y también allí está la explicación de que nunca encontremos en su plataforma una denuncia antimperialista clara, enérgica y frontal. Hay “críticos” de esa corriente que le exigen a los demás que se “busquen problemas” haciendo la crítica de los errores y las insuficiencias de la Revolución, y a eso dedican su sapiencia académica, pero ¿cuándo se buscarán sus problemas denunciando con claridad cuánto le debe el “fracaso” o el “fin del ciclo de la revolución” que tanto repiten, a la agresividad y al poder económico de lo que representan sus patrocinadores?¿Parece mucho más útil hacerle una entrevista a Soros para que explique cuál es su visión del problema de la aldea global, es decir, preguntarle al criminal qué piensa de las consecuencias de sus crímenes?

Otro factor del probable “éxito” es, en la equidistancia, reclamarse como demócratas, pero de una democracia que no pueden argumentar cómo lograr, visto que no funciona en todo el orbe capitalista, porque cuando es respetada por un país, y mediante sus mecanismos se logra un gobierno que atente contra esos intereses, esos que el mismo Soros representa, resulta invariablemente demonizada y salvajemente agredida. 

Con respecto a los reclamos de democracia, resulta de una ingenuidad totalmente inesperada que, en un momento de la historia en que se ahonda cada vez más el inmenso abismo de la asimetría del poder mediático y económico, una desigualdad que expone impunemente a las amplias capas de cualquier población a la desinformación, las falsas noticias, y la muerte de la verdad y el imperio de la plus mentira; un momento en que las espurias demo(oligo)cracias amordazan (literalmente hasta con leyes, cuando no con la violencia de los garrotazos) todo pensamiento o acción política adversos, como acaba de ocurrir en España; en que la simple manifestación de la protesta pacífica se criminaliza, juzga y castiga; en la que diariamente se asesina a los activistas y a los periodistas incómodos, resulta una insólita ceguera de la razón ilustrada que le exijan a un país como Cuba que ofrezca la oportunidad de la fragmentación antagónica de la política de su tejido social, -solo por poner un ejemplo entre algunos extremos y matices-, que se regale a un anticomunista y su entidad la ocasión de hacer proselitismo masivo en la población y se apoye directa o indirectamente esa exigencia en nombre de la concepción abstracta de una libertad inexistente en la aldea global, ahogada en sangre muchas veces por el enemigo, incluso cuando, ejerciendo lo que exigen como democracia a los demás, triunfan con sus mecanismos gobiernos que no les conviene. 

¿Cómo es posible, se pregunta el hombre común no particularmente ilustrado en alguna especialidad política como el que escribe estas notas, que esperen que sea otra la actitud hacia Cuba cuando se produjera el típico juego de casino pluripartidista, y el estallido en mil fragmentos de intereses antagónicos y sectoriales enfrentados en la sociedad , y que con ello suceda en ese momento con más oportunidades de éxito, – y sin lugar a dudas porque desde ya ocurre, – que aquellos círculos con intereses afines a los intereses externos que no desean el socialismo en Cuba, se apoyen, financien, dividan, corrompan, y sean manipuladas por esas poderosas fuerzas externas con cabezas de playa internas ya establecidas? 

El hombre común le hace esa pregunta incesantemente al especialista y no recibe ningún intento de argumentación plausible, cuando esa es una máxima preocupación de la humanidad que desea no sólo la democracia, sino sobrevivir a la violencia, las injerencias y el poder del dinero, y cuando es una obligación intelectual del hombre pensante responder por las consecuencias de las ideas que disemina y las soluciones que propone.

Lamentablemente los que se visten de los vestales ropajes de las buenas intenciones y las superiores virtudes cívicas, cuando se refieren a los que nos oponemos al pluripartidismo en Cuba propuesto por las puntuales personalidades del centro “moderado”, somos acusados de pertenecer a organismos oscuros, manipulados o títeres de una campaña orquestada, quizás como obedientes robots de un oficial de inteligencia de la guerra mediática, soldados de la sombras, vergonzantes, “segurosos” amparados, dicen los más primitivos de la vulgata opinante. ¿Será que uno imagina en los demás no más allá de los bordes de su propia condición? ¿No resulta un órgano como Cuba Posible y otros afines, por ejemplo, el fruto de toda una organización previa, una logística, una estructura, una coordinación e inevitablemente unas finanzas que no pueden exponer a la luz pública? 

Otro de los “éxitos” de la “moderación” ha sido pura fabricación intencionada, muy beneficiosa a una tendencia que pretenda echar raíces y ganar simpatizantes y adeptos, sobre todo de notoriedad pública: consiste en englobar como adeptos del centro político, y victimizar, a un determinado círculo de intelectuales cubanos, de distintos matices en sus convicciones, presentándolos como objeto de una persecución orquestada, y con ese fin los presenta como si todas esas personas fueran aludidas en los criterios que se oponen al proyecto de Cuba Posible en los recientes debates. 

Así, en la introducción a la recopilación de textos sobre el tema, en la antología publicada por Cuba Posible, se afirma que ha existido “una “campaña anti-centrista” estructurada, coordinada y respaldada desde particulares centros de poder insular” y presenta una relación de nombres con el claro objetivo de señalarlos como las víctimas de esa “campaña”. Supone (inventan, sugieren) un centro promotor, personas poderosas responsables, orientaciones u órdenes, una complicidad administrada y previamente concertada y amparada vergonzantemente en el poder. 

Y sobre todo implica una desacreditación de la sinceridad personal en el ejercicio del criterio de personas de distintas geografías, profesiones, desconocidas entre sí, a veces sólo virtualmente. Sin embargo, a diferencia de ese grupo no coordinado, Cuba Posible muestra un vínculo externo innegable con promotores de cambios de régimen y especialistas en la subversión e intromisión en asuntos ajenos en todo el planeta. No le resulta muy edificante e inteligente entonces pretender que otros hagan lo mismo. De todas formas, si fuera el caso habría que dejar algo muy claro, pues el relativismo oportunista quiere poner en el mismo nivel de la balanza, por una parte la razón histórica del proyecto socialista (más allá de los errores epocales o humanos o de interpretación, que no pueden invalidarlo de su profunda razón y necesidad), y por otra la criminalidad ética del capitalismo, sus representantes o sus socios).
Pero, aunque torpemente, acuden a un expediente que siempre deja réditos y créditos. No se imagina mejor recurso para victimizarse ante el “poder” agenciándose el prestigio de las víctimas de la persecución, aunque no hay mejor forma tampoco de mostrar la fragilidad de este “éxito”.

Está muy extendida la opinión entre ciertos demasiados entusiastas de la mitología tecnológica, según la cual las redes “sociales”, las bitácoras digitales donde podemos hacernos de una “cuenta” y armar un blog, democratizan la vida pública. Aunque en verdad esta tecnología en ciertas manos está funcionando como un arma del sometimiento, la enajenación y el empobrecimiento espirituales, antes que de la liberación, dada la brecha digital e informativa mundial, y la recopilación de datos personales y su comercialización, y hasta el espionaje que propicia su control injusto por un puñado de monopolios. 

De todas maneras, los adeptos a la teoría de la conspiración que imaginan un origen espurio y coordinado de las opiniones que se expresan en las redes contrarias a los objetivos del centro político en Cuba, no suponen una variante mucho más sana y mentalmente saludable: sencillamente hay otros que opinan, no necesariamente de profesión intelectual, que tienen la vocación de expresarse y escribir, y hacen llegar sus textos para que sean publicados a sitios más exitosos o más visitados, o lo publican desde sus mismas páginas, sin conocerse entre sí, y sin previa coordinación que no sea el posible intercambio que deseen establecer los que puedan ser amigos o conocidos, o conocidos y amigos a partir de una coincidencia de principios. Esos no son aceptados ahora como ciudadanos que ejercen su libertad, sino como marionetas. Son los inquisidores y otras lindezas, los pol pot caribeños, mientras la virtud de la sinceridad y la honestidad se la apropian los que no tienen nada que mostrar que no sean vínculos y agasajos con entidades foráneas y ajenas a la libre determinación de Cuba. La diferencia es tanta que hay que ocultarla con la mejor defensa posible, que es el ataque con la manipulación.
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Cena del primer evento de Cuba Posible en Washington DC, enero 2015. En la cabeza de la mesa Phil Peters (según Ted Henken es quien le presentó a Yoani Sánchez), a sus lados Lenier Domínguez, Roberto Veiga, Julio César Guanche, María Isabel lfonso, Arturo López Levy ( (Cuba Posible) Elaine Díaz (Periodismo de Barrio), Harold Cárdenas (La Joven Cuba-El Toque) Hugo Cancio (On Cuba)
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Carlos Saladrigas con varios contrarrevoluvionarios (Yoani Sánchez, su esposo, etc) cumplimentando una invitación de los editores de la revista Espacio Laical, hoy coordinadores de Cuba Posible, para una Conferencia en el Centro Félix Varela donde se realizó esta foto en abril de 2012.
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Yoani Sánchez elogia postura de Cuba Posible después del 17 de diciembre de 2014

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Twitter de Espacio Laical (cuando la dirigían los actuales editores de Cuba Posible) promoviendo a Yoani Sánchez y Diario de Cuba

Pero claro que no pueden aceptar esta variedad de “democratización” inconsulta y espontánea a la que dicen aspirar mediante las redes, cuando es usada por sus contrincantes en las ideas, es decir, cuando va en contra de sus mismos intereses. Agitar el fantasma del oficialismo, y las campañas orquestadas bajo una dirección centralizada en el poder, les resulta mucho más rentable, pero también mucho más frágil. Pero si se trata de otros sitios digitales, o “líderes” formados en otros lares, por ejemplo, no los cuestionan ni con el clásico pétalo, porque funcionan como los aliados virtuales de su cosmovisión. La oposición “leal” al socialismo es un brebaje demasiado conocido y recocido, de aroma equidistante, mezclado en extrañas y ajenas marmitas y sazonado con mortíferos ingredientes. La única oposición leal posible, como nos enseña la historia política por lo menos hasta el momento, es la que se origina desde adentro, desde el riesgo del compromiso con intereses comunes. Es la crítica que se define “desde una sola mente y un solo corazón”, si es que debemos recordar a Martí cuando habla de la crítica dentro del Partido Revolucionario Cubano.
Pero no creamos que presentar un bloque de intelectuales perseguidos por la “oficialidad” obedece a una manía de persecución cuasi paranoide. En algunos de vocación y acción políticas confesas, es propaganda intencional aunque sea proclamada desde un tejado de vidrio.

Este escribidor, pese a su insignificancia pública, pero como presunto miembro de esa “maquinaria” infernal previamente organizada, se ve obligado a darles una mala, o una buena noticia, según se vea, pero de índole personal, con disculpas previas a todos los que lean estas líneas: soy un simple lector, sólo quizás de vocación muy temprana, una persona común que como muchos otros sólo aprovechó la oportunidad de estudiar y leer a pesar de nacer de una familia nuclear condenada a la marginalidad de la pobreza, y que recibió la normal educación política que propiciara la Revolución, con todas las lagunas y posibles aciertos que le permitiera su personal esfuerzo y los límites de sus facultades. Y declara paladinamente que no obedece a ninguna orden, orientación o presión externa para expresar lo que piensa, incluso no se lo solicitó ni sugirió siquiera inicialmente nadie, no se reúne, porque no puede, ni con esos probables amigos o hermanos de ideas que conoce a través de estos intercambios, no forma equipo. Aunque como bien dijera lealmente el destacado ensayista Enrique Ubieta, no renunciaría ni se apartaría de los que considera sus hermanos de ideas, pero que no le interesa un protagonismo de grupo de ninguna especie, ni una pose intelectual que vaya más allá de sus limitaciones y su profesión, pues “nadie crece más allá de lo que vale”, por lo que se niega a ser “peón del veneno”, o parte de una intencionada y dirigida campaña.
Un lobo solitario, si lo prefieren así los que imaginan solapadas agencias dedicadas al exterminio de personalidades. No lo creerán algunos de todas formas, pero se afirma para que al menos se tenga la oportunidad de desmentir esa afirmación. Otros evitan sacar a la luz de una transparencia democrática por la que claman, el carácter, origen y entramado financiero de sus vínculos.

La antología sobre “el centrismo” se titula ¿”Centrismo”, o ejercicio de la libertad ciudadana en Cuba?. Con respecto a lo que desea posicionar su título opino que existe una esencial diferencia entre el derecho que a todos nos asiste de pensar y decir lo que dicten nuestras más sinceras convicciones (y en ese sentido podemos ser, por ejemplo, no comunistas o hasta pro marcianos), y el derecho y la libertad de ejercer proselitismo público de carácter político a favor del anticomunismo desde una institución legitimada, como es la cubana donde una constitución votada por el pueblo que declara su carácter socialista, para con ello disputar un poder político que sin dudas no sería gestionado desde sus orígenes sin la intromisión de fuerzas internas en sinergia y con apoyo de fuerzas externas, cosa que ya está ocurriendo aquí (Cuba Posible es su más visible ejemplo) y sucede hasta el hastío en el mundo. Y ese es el objetivo, y el resultado nefasto del ejercicio de esa “libertad ciudadana” que convocan.
Esa, la otra arma “exitosa” del centro moderado de siempre: ampararse en el prestigio histórico del pensamiento republicano y democrático. “Pero no se trata, señores”, nos dicen, y nótese bien, – nos repiten como futura plataforma de su imposible partido-, “que le propongamos implementar el muy desprestigiado capitalismo, en todo caso, y por fuerza de cómo están las cosas de la realidad en el mundo, sería cuando más un equilibrio entre los dos modelos opuestos, o un capitalismo moderado, inevitable, realista, y de cara amable y humana, que en todo caso es la única posibilidad que tenemos para que nos salpique el derrame de la riqueza mundial que despojan de otros pueblos. Se trata de ser realistas y lograr la “normalidad” que imponen las circunstancias. Pero también repudiamos el “fracasado” comunismo. Lo nuestro es la república ciudadana democrática aunque “parezca” a los malintencionados inquisidores que nos hacemos acompañar y aceptar por los foros de los principales enemigos de la democracia y las repúblicas.” O como diría un forista del debate, refiriéndose a las becas extranjeras, se trataría de aprovechar los recursos del enemigo… Un discurso, que desde esas tribunas, suena terriblemente a hueco. 

La “libertad” que nos proponen es aquella que se permite ejercer hoy por las grandes potencias para que el poder político legitime el único voto valedero, que es el del poderoso caballero Don Capital, para que quizás en algún momento pase a manos de algún gobierno que intente dañar los intereses económicos de los poderosos, pero el poder – y la verdadera libertad – siga en manos económicas. Y de manera tal que aquel poder político más o menos progresista, tenga las manos atadas hasta el próximo relevo, lo cual, por añadidura, reporta otra buena ganancia: una apariencia de democracia. O se trata del imperio de la ley republicana sin sustancia clasista, donde el pobre y el villano, el rico y el desposeído, como en el carnaval de Serrat, sean a la vez libres por una noche de una muy asimétrica libertad, porque siempre es una libertad que está a expensas de la ley subterránea del dinero, bajo cuyo manto, cuando las amplias mayorías no detentan el poder político junto al económico, ocurre como en Brasil, o como parece intentarse ahora en Ecuador, en que la ley, ciega como dicen que es, se las ingenia para mirar por el ojo de los intereses de los poderosos, y se arguyen tropelías jurídicas para defenestrar a los obstáculos. Nada de eso, señores, parecen decirnos, ocurrirá en Cuba con el pluripartidismo y la libertad ciudadana podrá operar límpida, prístina y pura, libre esa misma libertad de todos los ejemplos dañinos que hoy nos aleccionan en el mundo.

Y es que se trata de la propuesta de esa democracia que, cumpliendo celosamente los preceptos de los modelos que se erigen en sus jueces últimos, gane las elecciones a favor de las mayorías todas las veces que pueda, pero no sólo no sean reconocidas como democracias, sino atacadas con fuego y saña. 

¿Acaso nos prometen, y aseguran, que los intereses ajenos no financien la política interna, que el poder mediático no engañe, deforme ni ofusque el imaginario social, que cualquier clase adinerada estimulada ahora más que nunca por el obamismo, no haga alianzas con el poder económico mundial, ni tenga un sillón en el parlamento para abogar por sus intereses dinerarios, que la libertad ciudadana impoluta brille en todo su esplendor y no sea inficionada por ningún poder malévolo? Si me adelantan al menos una hipótesis plausible de cómo van a lograr todo eso, y todo lo demás que aquí no cabe pero bien se conoce, me acabo de apuntar como miembro de vuestras esperanzas.

Y es muy fácil tildar estas ideas como antidemocráticas, pero seamos más originales que erigirnos en paladines de la libertad a la vez que coqueteamos con sus verdaderos asesinos. Usen la audacia y la creatividad para una democracia sustancialmente nueva y adaptada a este momento de la historia particular de Cuba y el mundo, y para que profundice y mejore la que ya Cuba comenzó entre dificultades sin fin a crear, pero no nos hablen en nombre de esa “libertad”, que es la de los poderosos para inmiscuirse en ella, mediatizarla y comprarla y agredirla cuando tengan la oportunidad de jugar en su ruedo y que en su nombre tantas víctimas tiene en su haber en todo el orbe, recordando a Bolívar con respecto a nuestras patrias. Quien esto escribe es tan amante de la democracia como el que más y siente respeto y admiración por los sueños democráticos de los que ha luchado y muerto por conquistarla, pero tanto, como el más profundo desprecio por los que simulan ser democráticos, ofrecen un simulacro de libertad política para mantener impune su propia libertad de ser dueños de las mayores riquezas que a todos nos pertenecen, y logran engañar al hombre hasta que este logre sentirse libre en medio de la manumisión, siempre encandilado esclavo del único poder que nunca se pone en juego, que es el de los grandes poderes económicos de este mundo.
Comprender estas verdades es lo que le permitió a Fidel advertir que nunca aceptaríamos que nos despedazaran en mil fragmentos de intereses políticos. Que el poder del dinero no debe ni merece tener la libertad de disfrazarse de libertad ciudadana, ni de promoverla y exigirla para usarla a sus fines. Confío plenamente en que una masa crítica suficiente de cubanos ya tienen como parte de su cultura política esa convicción, y no la abandonará. Y no caerá engañada por llamados que quieren atomizarnos, y que, por lo tanto, desconoce y desprecia el modo peculiar en que ejercemos esa libertad en nuestro modo de conducir la democracia.

Si alguien puede citar un caso que no conduzcan a los descritos más arriba, o a todas sus sutiles o descaradas variantes conocidas, que lo argumente para nuestra realidad.
Y opino que un organismo de vocación académica – política y ahora partidista como Cuba Posible nació viciado de legitimidad para participar en la política cubana y prometer libertad ciudadana desde su mismo primer vagido, al vincularse a personalidades y entidades, algunas de ellas no sólo anticomunistas, sino verdaderamente anti humanidad. 

Finalmente, el otro “éxito” de la presunta moderación de las cabezas pensantes y responsables de la corriente ideológica que se quiere erigir en partido, es haber fabricado la especie de un curioso ajiaco de personalidades perseguidas, aunque si en algún texto algunos de ellos haya sido señalado como pertenecientes a esa direccionalidad ideológica y política, no tiene por qué ser un criterio monolítico emanado de una campaña premeditada. Así, siembran la mendaz matriz de opinión de una supuesta coordinación punitiva entre personas y sitios digitales “anti-centristas” diferentes, coordinados y enfocados en un mismo objetivo. Se afirma que por primera vez “dicha maquinaria ha sido activada y dirigida contra intelectuales incuestionablemente revolucionarios”, confundiendo en una misma mezcla a personalidades varias, de modo que aparezcan, indirectamente como apoyo a sus concepciones y, a la vez, víctimas perseguidas por una máquina infernal oficialista. 

A los que hemos opinado sobre ciertas propuestas, y la cosmovisión que emanan de la letra y el espíritu de algunos contribuyentes, principalmente de los directivos de Cuba Posible, se nos acusa de extremismo, de estar a sueldo del pensamiento oficial, y de sembrar la división, y subráyese bien, de estar dirigidos o formar parte de una orquestada campaña desde un centro de poder y, en definitiva, de la revolución en el poder, claramente sugerido. Es preciso tener esto último muy en cuenta en la pretendida pluralidad con que la antología da a conocer una parte de los textos en la recopilación que ahorita mencionamos. Así, a partir de esta premisa, el expediente pretende enfrentar a “intelectuales incuestionablemente revolucionarios” con la Revolución y con su gobierno, porque de eso se trata cuando se argumenta que las opiniones de los que puedan tener una diferencia de criterio con ellos o con cualquier hijo de vecino, representan y son amparados por el poder oficialista. Es de tan desnuda intención manipuladora esta argucia con sabor a libelo, que se denuncia sin rubor en su mismo enunciado. Como simple ciudadano que admira y procura aprender de sus mejores intelectuales, y que admira y lee desde hace tiempo a algunos de los aludidos, confío en que detecten la jugada y no se dejen usar para ese propósito. 

Por supuesto que la intención de presentar como víctimas de una campaña a todos esos intelectuales por igual, y que ponen de su parte, evita referirse, por ejemplo, al hecho de que un destacado sociólogo cubano que publica en esa plataforma, y que es uno de los fundadores, en un intercambio polémico, ofrece una definición del “centrismo” hasta mucho más certera que cualquier anti centrista de la vilipendiada ortodoxia. El fenómeno existe, tiene sus militantes orgánicos y el sayo calza muy bien en ellos. Los que se han sentido aludidos, sin serlo, deben detectar la argucia con que quieren sumar su prestigio y la labor de toda su vida al lado de la Revolución, a la formación futura de un partido que sólo creará verdadera división nefasta a nuestro país. Si la supervivencia de Cuba es lo más parecido que existe al milagro providencial para algunos, se debe, si hay que escoger una esencia, a la unidad de la tremenda diversidad de su pueblo, y al hecho de que su más valiosa gente de pensamiento, pese a incomprensiones y tensiones inevitables en las gestas humanas, siempre ha permanecido fiel al proyecto socialista, remontando y diferenciando las mediocridades humanas, de lo que es superior e imperecedero. 

Porque aunque es evidente, hay que notar que es como que un desencantado de las ideologías, una persona que no cree ni apoya – no ya al gobierno cubano – sino al ideal comunista mismo, – saliera en defensa de “incuestionables revolucionarios perseguidos”. ¿Cómo es posible creer en esa defensa dolida y plañidera? Los esfuerzos del malabarismo suelen ser muy aleccionadores. Quien esto escribe no es un intelectual de profesión, ni probablemente un “incuestionable” revolucionario, más bien los revolucionarios deben cuestionarse y discutir, – (obsérvese la contundencia enfática e intencional, la resonancia de ese término empleado en la cita) -, pero, por favor, no desearía que un no comunista rompa ese tipo de lanza por mi pobre destino. En el sentido y el ámbito personales, un adversario ideológico puede hasta salvarme la vida, o darme de comer, o curar las heridas físicas o espirituales, y ser, como se dice, una persona decente y convencida de sus creencias sin pago mercenario por sostener sus ideas. Un adversario ideológico puede ser tu hermano, y hasta tu compañero en el trayecto de la vida, un dialogante inteligente y hasta uno que aporte una solución que se escapa, pero es mi compañero de ruta mientras sus concepciones no pasen de una teoría cualquiera que todos tenemos el derecho a sostener y defender, mientras se debata en la humana duda honesta y la discuta, y de allí despliegue una acción política concreta que pueda afectar a toda una comunidad. Apoyarlo, acompañarlo, permanecer indiferente, o legitimarlo en ese momento significa apoyar y ser cómplice involuntario o no del daño que la concreción material de sus ideas y alianzas pueda provocar. Claro que eso pasa a su vez por percibir y evaluar el daño, o cuando la flexibilidad se confunde con el abandono de las propias convicciones. Pero en el ruedo de la lucha política pública, en la disputa por el poder y las alianzas concertadas, hasta prefiero que el hermano de armas, cuando sea verdadero, me ofenda, y hasta, en determinado momento, no me comprenda, y no me defienda. Que ya coincidiremos, quizás sin saberlo, tarde o temprano, en el camino.

“Cuestiones vitales”


 “Las democracias actuales (…) tienen que enfrentarse, para sobrevivir, a poderes privados neofeudales mucho más grandes aún, mucho más poderosos y mucho más ramificados planetariamente, de lo que lograron soñar jamás las más codiciosas dinastías ()… de la generación de nuestros abuelos y bisabuelos.”
Antoni Doménech.
El debate sobre el mejoramiento continuo de nuestra forma de ejercer la democracia, el gobierno y el poder socialistas, no debe limitarse a proponer como icónicas las ideas, las concreciones históricas y las experiencias de la tradición política y filosófica del republicanismo.
 Elevarse sobre los hombros de gigantes sólo tiene sentido si es para ir más allá,  es decir,  ser capaz de hacer una adecuada interpretación creativa a tenor de las condiciones actuales. Si para algo nos ha de servir el conocimiento histórico acumulado y lo mejor y más vigente del marxismo, es para no olvidar que la situación histórica real debe ser la piedra de toque de la creatividad y las soluciones a viejos y nuevos problemas. 
Acudir al venero del pasado, no sólo es inevitable, sino imprescindible. Pero resulta tanto más imprescindible cuanto  mucho más necesario es, – por razones que no merecen argüirse dada su simple evidencia -, crear a partir de las nuevas condiciones mundiales y su interacción, influencias y condicionamientos que imponen en los ámbitos nacionales. En palabras de Antoni Domenech, refiriéndose a los aportes de Marx, es necesaria la “estimación sin ilusiones de las circunstancias en que se desenvuelve la acción política”.
Ni qué decir tiene que el análisis de esa interacción es una tarea de suyo complejísima, complicadísima, porque sus elementos constitutivos están en continua dinámica, complejidad  incapaz de ser abarcada por un solo individuo que no sea un genio renacido al estilo de los grandes pensadores de la humanidad. Pero es preciso crear, palabra de orden, según la divisa de Martí y Mariátegui, que es sinónimo de revolucionar. Evolución que no es fase determinada de una revolución, deviene involución.
Ciertas propuestas que hoy hacen los estudiosos críticos del sistema político y eleccionario cubano, entre aquellos que se declaran al servicio del ideal socialista, en ocasiones pareciera que se limitan, casi exclusivamente, al análisis de la tradición, pero sin incorporar consideraciones ante la complejidad de la candente realidad del predominio capitalista actual.
En temas como el republicanismo y la democracia, quizás por la dificultad de salir de las horcas caudinas de las competencias personales adquiridas por la especialización, parecieran tales propuestas no estar aptas para valorar cómo los factores de las dinámicas interno-externas que signan el mundo actual exigen, a partir del examen del pasado útil, proponer soluciones que no olviden la enorme complejidad de las interdependencias salvajemente asimétricas que hoy se exacerban y agudizan entre las naciones dominadas o agredidas por las potencias agresoras y dominantes.
El tipo de análisis a que nos estamos refiriendo, de corte académico e investigativo, sigue la ruta de la tradición republicano democrática que va desde la antigüedad clásica, pasando por cómo la entendió y aplicó el pensamiento de la Ilustración, hasta abordar la experiencia nuestro-continental, sobre todo la relativamente reciente de aquellas naciones latinoamericanas que han intentado revertir los aspectos más negativos del capitalismo,  implementando ordenamientos constitucionales que se consideran de avanzada cuando han arribado al gobierno respetando los procedimientos democráticos al uso, pero sin lograr el control real del Poder. Lo que sólo es posible, en las condiciones actuales, como resultado de una revolución radical. Esos países afrontan las consecuencias que les imponen tanto el capitalismo básico que subsiste en sus límites nacionales, como las agresiones de amplia gama que se originan en el capital transnacional y las entidades a su servicio en contubernio con aquel. 
Sólo el hecho contundente de esas enormes dificultades que ya se presentan casi menos que insuperables, merecería que el pensamiento que le propone a Cuba adoptar determinados aspectos de esas constituciones, o que siga al hilo las formas históricamente cristalizadas en otras condiciones, fuera revisado con mucha más profundidad e intelectual responsabilidad.
Pese a todo lo que pueda y deba ser cambiado, el sistema cubano detenta tanto el Poder como el Gobierno al servicio de su país, con una arquitectura de original simbiosis que propicia la representación y participación. A cambio de ponerlo aséptica y académicamente en entredicho, la tarea de proponer cambios no debe sustraerse de  la elemental consideración de valorar sus consecuencias. El cubano es un sistema que no ha podido ser derrotado, cuando otras modalidades, elogiadas y aceptadas como democráticas, exhiben fisuras que, en los hechos, se muestran sumamente frágiles y propicias a ser violadas por quienes traicionan  los mismos preceptos que exigen cuando no les conviene. ¿El investigador no debiera preguntarse por qué eso no ha sucedido con Cuba? Y teniendo en cuenta las respuestas que encuentre, ¿no debiera examinar sus propuestas?
En la prensa privada recién aparecida en Cuba bajo el signo de Obama se afirma  que “A cuatro décadas de creado, se puede constatar que el modelo institucional cubano no ha sido seguido por ningún país en América Latina, incluidos aquellos que han desarrollado procesos revolucionarios o progresistas desde la segunda mitad del XX hasta hoy.” La constatación parece sugerir un juicio de valor con respecto a la soledad de la experiencia cubana, pero en todo caso podría también afirmarse que,  no por no seguir el modelo institucional cubano, sino por razones que debieran estar bien a la vista de la reflexión intelectual, sin mayor esfuerzo, tales ”procesos revolucionarios y progresistas”, pese a sus modelos institucionales distintos al cubano, y los aportes positivos de sus constituciones, pese a sus riquezas materiales sustancialmente superiores, sin embargo, no han podido garantizar un curso razonablemente equilibrado de sus experiencias, y sobreviven, frágiles bajo la perenne amenaza, – gracias al juego de la democracia que se ven obligado a jugar –, de ser cambiados de rumbo tan inopinada como bruscamente, por medios pacíficos o violentos, incluso por elementos de los mismos partidos donde se nuclean e impulsan esos esfuerzos y aportes. No otra es la lección de la suerte tambaleante de la “revolución ciudadana” del Ecuador en estos momentos.
En todo caso, los ordenamientos existentes en esos países  y la subsistencia del capitalismo permiten, y en cierto modo condicionan, la judialización de la política  hasta llegar a las más descaradas violaciones de lo que consideran como el modelo mismo de la Democracia, y hacen estallar los presupuestos legales mismos de cualquier forma que adopten el Estado y el Gobierno. El caso del Brasil de Lula, la argentina macrista en persecución de la presidenta anterior, y la “extraña” deriva de los acontecimientos de este mismo minuto en Ecuador, más el reflujo derechista en marcha, son pruebas contundentes de las numerosas grietas por las que, en los sacrosantos sistemas “democráticos” al uso, se descalabran las iniciativas “progresistas y revolucionarias” que no cambian lo que tiene que ser cambiado, que son las bases del poder capitalista. Y causas ellas mismas de que tales hechos se produzcan con casi total impunidad.
Cuba no tiene por qué asumir  consideraciones que no han pasado todavía la prueba fáctica de su eficacia, sino que, todo lo contrario, se muestran sumamente funcionales al capitalismo para ser manipuladas, inficionadas, desvirtuadas, desmontadas, entre otras razones, por la profunda asimetría de los poderes mediáticos, económicos y culturales del mundo actual.
Si aceptamos que el  socialismo, (por lo menos en este instante de la historia con respecto al capitalismo realmente existente) es el ideal más próximo por el momento al gobierno de y en provecho de los que menos tienen, y la única esperanza de todos los desposeídos, “la parte de los sin parte”, raíz primigenia de lo que significa la democracia, y si, por el contrario, ordenamientos sociales y constituciones criminales como la pinochetista se blindaron de tal manera que aún su columna vertebral campea, es sólo un ejemplo entre varios, después de la “concertación” chilena, y “la vuelta a la democracia”, ¿por qué impugnar la forma en que Cuba intenta asegurar con toda justicia la suya?, ¿por qué negar que su sistema de candidatura es creadoramente democrática para las condiciones actuales tanto internas como externas?¿Por qué sugerir la pertinencia de una separación de poderes, que, aunque se niegue, evoca la fallida clásica (fallida para los protagonistas de la democracia, es decir, para los “thetes” del ideal griego), allí donde quiera que pretende funcionar o ha intentado hacerlo?
Pretendiendo “empoderar al pueblo” al estilo del republicanismo académico (empoderar, vocablo que se convierte en palabreja de moda, porque se oye en labios que no debieran mancharla), en las actuales circunstancias históricas, y específicas de Cuba y el continente, ¿no estaríamos debilitando la garantía de la resistencia (y eso sí que ha funcionado), que ha sido capaz de imponer Cuba hasta el momento? En todo caso, una y otra cosa, tanto las enseñanzas de la tradición, como una evaluación de “de la situación histórico-real y de los elementos realmente existentes de contestación política o social de la misma”, debería ser tema de atención, y no sólo uno de sus aspectos.
En diálogo de una película cubana reciente, un personaje sugiere que vivimos encerramos en una burbuja para no contaminarnos, y pareciera que sugiere darle el pinchazo que la “libere” hacia la “normalidad”. ¿Vamos a considerar que un sistema republicano a la orden de la teoría podría ser una  burbuja impenetrable? Porque toda la experiencia histórica, pasada y reciente demuestra, simplemente, que sea cual sea la excelencia democrática o no del mejor de los diseños, sólo basta molestar para que la burbuja explote al instante y se expanda hacia la “normalidad” deseada por los que exigen la democracia y no la respetan, y no precisa ni principalmente por sus manquedades internas.
Apenas hay que acudir al pasado para corroborar la génesis y regularidad de ese proceder, pero puede ser algo más que una “curiosidad”  muy conveniente en estos tiempos, recordar  lo que le respondía Marx a un entrevistador en el año 1871, que nos puede parecer tan lejano, pero que es tan actual. La pregunta final y la respuesta de Marx de aquella entrevista, mientras Marx vivía en Londres: 
R.: Parecería que en este país la esperada solución, cualquiera que ella sea, podrá alcanzarse sin los medios violentos de una revolución. El sistema inglés de agitar mediante los discursos y la prensa hasta que las minorías se conviertan en mayorías es un signo esperanzador.
Dr. Marx.: En este punto no soy tan optimista como usted. La clase media inglesa se ha mostrado siempre bastante deseosa de aceptar el veredicto de la mayoría con tal de seguir disfrutando del monopolio del poder de voto. Pero créame, tan pronto como se encuentre superada en las votaciones por lo que considera cuestiones vitales, veremos aquí una nueva guerra de esclavos contra amos.”
Cuando el pensamiento, las fuerzas y los intereses que bien conocemos halaguen, publiciten o reconozcan algún aspecto de los cambios que en Cuba se han producido o han de sobrevenir, ello será indicio suficiente de que nos hemos equivocado o estamos a punto de hacerlo. Cuanto nos exijan o critiquen esas mismas fuerzas y sus intelectuales orgánicos, no será para el bien de nuestro proyecto.
Por otra parte, los que honestamente busquen mediante la crítica y el estudio el perfeccionamiento, o el mejoramiento del sistema cubano, pero en la ruta del socialismo, y sin perder de vista que pese a todos los vericuetos y retrocesos de la historia, la humanidad, – que no sólo Cuba -, no puede ya renunciar ni a ese, ni al ideal comunista, debieran ir más allá de los intereses y las exigencias académicas, de sus personales aunque puedan ser nobles ambiciones, y seguir con lúcida humildad este criterio de pura raigambre marxista, que pertenece a un brillante filósofo y defensor, precisamente, del republicanismo democrático fraternal: “creo que lo primero que hay que evitar es ‘el utopismo intelectualista’, la idea, esto es, de que esas ideas – fuerza pueden ser diseñadas o excogitadas, según preceptos morales o políticos-normativos, independientemente de la situación histórico-real y de los elementos realmente existentes de contestación política o social de la misma”. Antoni Domenech.

Cuba: El anacronismo de un círculo hacia otra fatalidad.





 ¨De tal modo, eventos sorprendentemente similares, ocurriendo, sin embargo, en diferentes situaciones históricas, llevaron a resultados completamente diferentes.¨
Carlos Marx.

No es la intención matar al mensajero. Aunque muchas veces el mensajero no es el neutral vehículo, que desea aparentar, de la mala nueva, sino el que, o la crea, o el que muy gustoso la difunde. Debo confesar que no comulgo con la pretendida objetividad de cualquier análisis, ni del periodismo, pero mucho menos en el campo de las llamadas ciencias sociales. Ya deberíamos estar de regreso de todo. Pero hay que decir, al menos, que la tesis que aquí se comenta, pertenece a economistas, cubanos por más señas, de ese círculo de especialistas muy esforzados en su tarea de convencer a Cuba de que debe profundizar, cuanto más rápido mejor, lo que ellos llaman reformas, (la palabra actualización les produce urticaria académica), y que padecen de esa semántica manía equilibrista de escribir embargo/bloqueo, cuando se refieren al susodicho tema.
A propósito del debate principalmente económico, la tesis de marras  diserta sobre la ¨necesidad de diversificar las formas de propiedad y gestión de la economía y a la vez preservar la condición socialista del sistema¨ Dicho así, no parece que haya nada nuevo, ni que se aleje de los objetivos cubanos. Como quien esto escribe no es economista, se priva de entrar a discutir los argumentos puntuales de una disciplina en que son muy versados  estos autores. Pero como soy de esos  cubanos que están vivamente interesados en comprender las implicaciones que tiene para el socialismo la medular cuestión de la propiedad privada y el mercado, no puedo dejar de prestar la máxima atención a esos criterios.
La impulsión humana de discurrir mediante analogías conlleva a mirar, e intentar trasladar, otras experiencias a situaciones forzosamente diferentes. Pese a que el entendido sabe, o debe saber mejor que nadie, que la analogía debe detenerse en el límite en que se corra el riego de extrapolar  unas circunstancias específicas e intransferibles a otras. En este caso la mirada se vuelve con insistencia hacia los derroteros de la China y de Vietnam, especialmente, pues se tratan de proyectos que, sin abandonar la voluntad socialista, ahora numerosos estudiosos se devanan las entendederas para comprender desde la teoría (y para proponer prácticas) y definir qué es ese socialismo y cómo resolver, en la época del dominio absoluto del capitalismo, la convivencia conflictiva del interés individual con las aspiraciones del proyecto comunista.
Nuestros economistas comprenden bien ese conflicto. Cito de uno de esos textos: ¨… la razón de ser de la empresa privada (por mucha responsabilidad social que puedan tener) es la rentabilidad y la acumulación.¨ ¿Y qué dictan los tiempos? Someterse a la evidencia...
Pero someterse con un amplio surtido de recetas salvadoras: controles fiscales, coinversión y cogestión entre el estado y el sector privado, etc. Hasta donde sabe este comentarista, que es casi nada de teoría económica, los hechos tozudos comprueban que ninguna de ellas ha podido resolver los terribles problemas, por sólo mirar al Sur, de nuestro continente. Ahora mismo Argentina se aboca a otra crisis, después de retornar el frenético recorte de prestaciones sociales y privatizaciones del neoliberalismo, y al poco tiempo de comenzar a minar los modestos avances de aquel intento anterior por lograr un ¨capitalismo nacional¨, de un rostro más humano, menos salvaje. Y acude a nada menos que a quien ayudará a profundizar la crisis mucho más, pidiendo desesperadamente la ¨ayuda¨ del FMI. (Recuerdo en este instante que no ha mucho, uno de esos economistas le aconsejaba a Cuba, urdido con sesudas razones, entrar en  ese organismo.)
Pero lo que más interesa ahora es una arista del tema que no podía dejar de tocar un pensamiento económico que desee  librarse  del reproche de encerrarse en los límites de su disciplina. La cuestión de fondo consiste en demostrar que el socialismo, ese que no le conviene al Capital, es, ya, inviable. Por ello, además de recetas y procedimientos económicos que de todas maneras necesitan de una comprobación fáctica todavía indemostrada, se  necesita buscar argumentos más ¨profundos¨,  y si es posible, de alguna envergadura ¨filosófica¨. 
Así, ya aventurándose en terrenos conceptuales, se nos afirma sobre Cuba que: ¨…en ningún caso el país clasificaría en la situación que el pensamiento marxista clásico definía como condiciones para el socialismo (sociedades desarrolladas y sistema internacional) ¨. Es decir, paladinamente declarado: ya Cuba no puede proponerse el socialismo, aunque nótese que mucho antes el mismo autor que decreta la imposibilidad, ha declarado que sus propuestas se proponen ¨preservar la condición socialista del sistema.¨ ¿Cómo va a preservar lo que ya considera que es imposible, incluso, construir? Aquí se viola, alegremente, uno de los principios del viejo Parménides, el de no contradicción (nada puede ser y no ser al mismo tiempo).

Dejando a un lado esta curiosa incoherencia, quizás un lapsus involuntario, quizás un desliz del subconsciente, de todas maneras estamos en presencia de un anacronismo argumental.

Pues hace ya algún tiempo, ríos de tinta y bits informáticos por medio, que se ha refutado en toda la línea aquella deformación manualezca del marxismo que aherrojaba el decursar histórico a transitar por rígidas etapas, peldaño a peldaño, de una formación económico social a otra, y que postulaba, así, el determinismo histórico fatalista que exigía pasar por una previa etapa de desarrollo capitalista como umbral y condición inevitable para un tránsito hacia el socialismo.

Marx refutó los primeros vagidos de esa interpretación inicial de su teoría que luego daría lugar al anquilosamiento dogmático del llamado ¨etapismo¨.

Estudió el idioma ruso para informarse de primera mano acerca de la comuna campesina rusa, y  acopió,  estudió e incorporó a su obra cumbre, el resultado del análisis de una enorme  información de realidades que no pertenecían a la Europa Occidental. Además puso en su lugar esas interpretaciones que, según aclara, refutándola, estarían destinadas a:

¨…convertir mi esbozo histórico sobre los orígenes del capitalismo en la Europa occidental en una teoría filosófico—histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en ella concurran, para plasmarse por fin en aquella formación económica que, a la par que el mayor impulso de las fuerzas productivas, del trabajo social, asegura el desarrollo del hombre en todos y cada uno de sus aspectos. (Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado escarnio.)¨  

(ver el estudio detallado de este tema en Marx en su (tercer) mundo, de Néstor Kohan, en especial el capítulo homónimo. Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, 2003. Contiene un anexo titulado La ruptura con el eurocentrismo. Carta a la redacción de Anales de la Patria.)

La otra fuente es la célebre respuesta a una pregunta de Vera Zasulich con respecto al debate de los revolucionarios rusos sobre el destino de la comunidad rural de aquel país. Con tanto ahínco esclarecedor le interesaba zanjar la cuestión, que el borrador ocupa algo así como 30 cuartillas, pese a que ya su enfermedad le impedía trabajar con la intensidad que le era proverbial, aunque al final la resumió sólo en una cuartilla.

Pero no es el caso exponer aquí lo que debe estudiarse directamente. Baste recordar que Marx, en palabras de Néstor Kohan, abordó ¨la multiplicidad plurilineal de vías alternativas (no necesariamente sucesivas) para el desarrollo histórico.¨ Lo otro es la hojarasca que se arguye ahora, y todavía, en el texto que comentamos, - pátina interesada de la que ya se ha librado el marxismo clásico, el marxismo sin ismos de Marx – y que, como en un viaje a la semilla infértil, describe un círculo hacia otra fatalidad de nuevo cuño que apunta a sembrar la idea de la imposibilidad del socialismo, basándose, entre otros argumentos también muy discutibles, en una deformación ya más que superada, del marxismo de Marx.

El socialismo emergerá como un proceso de la lucha que sea capaz de imponerse al fatalismo y la renuncia. No hay condiciones objetivas fatales y previas que el hombre no pueda modificar. Ese es el espíritu de la letra del marxismo que nos ha conducido hasta aquí.

“ ¿qué nos separa?, ¿quién nos separa?” Enrique Ubieta. Emilio Ichikawa, al generalizar y definir las posturas ideológicas y polític...