“¿qué nos separa?, ¿quién nos separa?”
Enrique Ubieta.
Emilio
Ichikawa, al generalizar y definir las posturas ideológicas y políticas
sobre los siguientes temas cubanos, a saber: (a) relaciones Cuba-EEUU y
(b) régimen político de la Isla, define una tercera actitud (c), como
la de aquellos que, siendo “Defensores de la normalización de relaciones entre Cuba-Estados Unidos” son a la vez “críticos (ocasionales) del régimen político de la Isla.”
Entre
los que considera en este grupo, incluye a la figura delantera del
equipo autodenominado Cuba Posible, el “moderado” Roberto Veiga. Que al
agudo pensador cubano el aludido le resultase en aquel momento
“moderado”, quizás se deba a que hasta el momento este no había
declarado paladinamente su anticomunismo, ni anunciado tampoco con
meridiana claridad el objetivo – siempre embrionario en las intenciones
de esa entidad que dirige desde sus inicios, – de constituirse en un
partido político.
En
posterior ocasión, un miembro de la Junta Directiva de ese “laboratorio
de ideas” definía, según él, lo que era contrarrevolucionario en Cuba.
Citando ahora de memoria, afirmaba que uno de los componentes de ese
concepto encajaría en toda aquella postura que pretendiera disputar el
poder político. El “asesor catedrático” definía así, en inusitada
carambola, a su propia organización, quizás no el propósito de todos sus
miembros y colaboradores, pero sí a los objetivos supra estratégicos de
esa entidad, ya ahora admitidos, aunque repito, no todos los que
participan y publican en esa plataforma parecen comulgar ni con el
anticomunismo, ni con la oposición hipercrítica al socialismo cubano o
con un tránsito de régimen que desmonte la finalidad socialista del
proyecto cubano.
Sin
embargo, la crítica (ocasional o no) al socialismo se realiza desde dos
riberas sustancialmente diferentes: una desde dentro, como parte
natural del proyecto, desde la convicción militante de una crítica que
puede y debe ser todo lo frontal que sea necesaria, que debe cambiar
todo lo que deba ser cambiado, pero que tiene la intencionalidad de la
lealtad y la pertenencia a un objetivo socialista, – que es según mi
entender, la crítica a la que ha llamado la Revolución cuando Raúl
proclamó que su tarea era no otra que luchar por más socialismo, – y
otra, desde una pretendida “oposición leal”, desde la no pertenencia al
proyecto, incluso desde el no comunismo, que es una crítica que
significativamente marca su otredad y su carácter
cuando desde su génesis decide mantener nexos y aprovechar recursos y
apoyos foráneos, y que se ha querido amparar y mimetizar en el llamado a
la crítica partidista, aduciendo su autoridad cuando conviene, y que en
realidad cuestionan en lo más íntimo, ya que no abogan por la
continuidad transformadora de un proyecto socialista, sino por un
“tránsito de régimen” o un cambio de modelo de estado y al que le
repugna que constitucionalmente Cuba haya refrendado el socialismo, como declarara una sus figuras dirigentes en una entrevista.
Ahora,
si al anticomunismo del directivo de Cuba Posible, le sumamos la
confesada carencia de ideología alguna, más el intento de propiciar un
cambio de régimen en la Isla y por añadidura, lo aderezamos con una no
muy “ocasional” y sí muy sistemática crítica a prácticamente toda la
política gubernamental cubana y al socialismo constitucional, y,
finalmente, le agregamos a la receta la creación de un partido para
disputar el poder político, ya lo de “moderado” pareciera que está
clamando por una sana actualización del filósofo cubano. Una moderación
de jure pero que llegado el momento, nunca será de facto.
Lenier González Mederos, Subdirector de Cuba, Posible, en entrevista con Elaine Díaz en Global Voices, 7 de julio de 2014

Roberto
Veiga, Director de Cuba Posible, en declaraciones a la agencia Reuters:
“Yo tengo una opinión en favor de una Cuba multipartidista. Nuestro
proyecto quiere facilitar esto y contribuir a la serenidad en el
proceso”
Pero mucho acierto le asiste a Emilio Ichikawa cuando observa que “Esta
tercera posición, llamada de “centro” o “moderada”, suele ser en las
transiciones la más artera a la vez que la más “exitosa”.
Y se podría parafrasear: más artera porque es la más oportunistamente
exitosa y viceversa: más exitosa porque es la más artera.
Artero,
dicho sólo en cubano, es el que esconde la bola y se vira y te
sorprende cuando menos lo esperas. Por eso para Ichikawa, que no puede
considerarse un adepto acrítico del “oficialismo” cubano, esa corriente
será la responsable a largo plazo de desgracias”, que avala no por ser
un “presagio” sino “solo aprendizaje de la experiencia española; nada
ajena.” A lo que se pueden sumar otras varias experiencias.
No
sé si sería el primero y más significativo, pero uno de los éxitos de
la “moderación” del centro en política consiste en que le permite
intentar, y no pocas veces lograr, la atracción de toda una gama de
personas de pensamiento, sean intelectuales, especializados o no, que no
necesariamente sostienen o defienden las convicciones rectoras
confesas, o el núcleo duro de los objetivos de esa entidad que se
propuso obviamente prestigiarse con sus personalidades y publicaciones,
su notoriedad pública y el aval de sus trayectorias.
El
punto anterior se relaciona con otro de los “éxitos”, abordado más
adelante: hacer pasar a todos o casi todos los que publican en sus
foros, o se manifiestan en otras bitácoras, formando un bloque
indistinto como los aludidos o perseguidos en los debates contra esa
corriente política. Es por eso que Enrique Ubieta en algún momento se
pregunta: qué nos divide? Pero más atinadamente: quién nos divide?
No
otra fue la táctica seguida por la subversión ideológica durante la
guerra fría, consciente de que se podía atraer a la intelectualidad de
izquierda desencantada, fatigada, o vacilante en algunos probables
casos, o que simplemente hubiera evolucionado en sus convicciones, hasta
no necesariamente el anti socialismo, pero cuyo prestigio o posturas
críticas leales pudieran ser rentable para la nueva entidad, bajo la
bandera de la libertad de expresión, la democracia, y el apoyo con
viajes, o premios u otras prebendas o facilidades en el mundo académico e
intelectual, según fuera el caso propicio a cualquiera de esos
procederes.
Y
tal atracción a su órbita es posible sin ofender ciertas convicciones,
porque los ideólogos puntuales de la “moderación” comienzan su partida
con una apertura de ambigüedad, al presentar su proyecto, si no como
antimperialista, tampoco como pro capitalista, si no como anticomunista,
tampoco con el perfil de nada que se proponga el socialismo y que es la
sustancia del centro en política. Y tal terreno movedizo (que Ichikawa
llama “plástico”, y un ejemplo es ese lenguaje que nada dice en su
indefinida ambigüedad, como afirmar que se pretende “lograr imprimirle una dosis importante de audacia y creatividad a las transformaciones en curso en el país”), es mucho más cómodo de compartir si pasa inadvertido, para unos casos, y aprovechado conscientemente, por otros.
En
efecto, este primer relativo “éxito” del centro “moderado” se debe, en
relación con el punto anterior, a toda una serie de postulaciones
programáticas ideológicamente “simpáticas” y atrayentes para cualquier
persona, exhortaciones a las que resulta de prestigio sumarse
públicamente, además de que las posturas hipercríticas, sesgadas o
descontextualizadas frente al socialismo, medran y cotizan muy bien en
las bolsas del juego cultural capitalista: la terminología resulta
intencionadamente incómoda de refutar, si no se quiere ser acusado de
extremista y rígidamente ortodoxo: diálogos, consensos, tolerancias,
aperturas, negociaciones, pacíficas transiciones, y cómo no, la célebre
“moderación” a que se refería el Che, en la batalla política, la
moderación con el capitalismo, la aceptación, – y si es la amplia
difusión pública con objetivos y acciones políticas, mucho mejor, – de
no sólo cualquier proyecto del otro, sino de “cualquier otro”, así sea
del que no acepte la finalidad socialista de la revolución cubana, así
sea del que represente intereses de sectores emergentes de riqueza aquí o
allá, así sea de individuos u organizaciones con vínculos inaceptables
con entidades foráneas de amplio historial subversivo.
Pero
ese aspecto del “éxito” se sostiene en una evidente fragilidad: si el
“fracaso” del socialismo el “centro moderado”, especialmente en sus
representantes académicos economicistas y sus ideólogos orgánicos, lo
atribuyen siempre a la responsabilidad interna del proyecto, resulta que
cada vez es más evidente para amplias capas de la población mundial que
hay una pregunta esencial que solo tiene una respuesta negativa: ¿y
cuál es el éxito del proyecto económico del capitalismo?
¿Cuánto
le debe la dificultad de construir una sociedad socialista, y hasta
cualquier política progresista en favor de las grandes mayorías, a la
enorme libertad que tiene el poder del Capital para ahogar en sangre y
lodo todo intento que se le oponga?¿Cuánto a esa incesante agresión,
cuánto a su falso modelo de democracia? La simple inteligencia del
hombre común reacciona con sencillez ante tal enfoque tan clamorosamente
unilateral.
El
desprestigio del capitalismo, sobre todo el neoliberal ha tomado tal
envergadura en lo que va del nuevo siglo, que se impone la insorteable
obligación para los que se oponen al socialismo y prometen las nuevas
maravillas por llegar, de situarse en un centro político, aunque sabemos
que no exista tal y también allí está la explicación de que nunca
encontremos en su plataforma una denuncia antimperialista clara,
enérgica y frontal. Hay “críticos” de esa corriente que le exigen a los
demás que se “busquen problemas” haciendo la crítica de los errores y
las insuficiencias de la Revolución, y a eso dedican su sapiencia
académica, pero ¿cuándo se buscarán sus problemas denunciando con
claridad cuánto le debe el “fracaso” o el “fin del ciclo de la
revolución” que tanto repiten, a la agresividad y al poder económico de
lo que representan sus patrocinadores?¿Parece mucho más útil hacerle una
entrevista a Soros para que explique cuál es su visión del problema de
la aldea global, es decir, preguntarle al criminal qué piensa de las
consecuencias de sus crímenes?
Otro
factor del probable “éxito” es, en la equidistancia, reclamarse como
demócratas, pero de una democracia que no pueden argumentar cómo lograr,
visto que no funciona en todo el orbe capitalista, porque cuando es
respetada por un país, y mediante sus mecanismos se logra un gobierno
que atente contra esos intereses, esos que el mismo Soros representa,
resulta invariablemente demonizada y salvajemente agredida.
Con
respecto a los reclamos de democracia, resulta de una ingenuidad
totalmente inesperada que, en un momento de la historia en que se ahonda
cada vez más el inmenso abismo de la asimetría del poder mediático y
económico, una desigualdad que expone impunemente a las amplias capas de
cualquier población a la desinformación, las falsas noticias, y la
muerte de la verdad y el imperio de la plus mentira; un momento en que
las espurias demo(oligo)cracias amordazan (literalmente hasta con leyes,
cuando no con la violencia de los garrotazos) todo pensamiento o acción
política adversos, como acaba de ocurrir en España; en que la simple
manifestación de la protesta pacífica se criminaliza, juzga y castiga;
en la que diariamente se asesina a los activistas y a los periodistas
incómodos, resulta una insólita ceguera de la razón ilustrada que le
exijan a un país como Cuba que ofrezca la oportunidad de la
fragmentación antagónica de la política de su tejido social, -solo por
poner un ejemplo entre algunos extremos y matices-, que se regale a un
anticomunista y su entidad la ocasión de hacer proselitismo masivo en la
población y se apoye directa o indirectamente esa exigencia en nombre
de la concepción abstracta de una libertad inexistente en la aldea
global, ahogada en sangre muchas veces por el enemigo, incluso cuando,
ejerciendo lo que exigen como democracia a los demás, triunfan con sus
mecanismos gobiernos que no les conviene.
¿Cómo
es posible, se pregunta el hombre común no particularmente ilustrado en
alguna especialidad política como el que escribe estas notas, que
esperen que sea otra la actitud hacia Cuba cuando se produjera el típico
juego de casino pluripartidista, y el estallido en mil fragmentos de
intereses antagónicos y
sectoriales enfrentados en la sociedad , y que con ello suceda en ese
momento con más oportunidades de éxito, – y sin lugar a dudas porque
desde ya ocurre, – que aquellos círculos con intereses afines a los
intereses externos que no desean el socialismo en Cuba, se apoyen,
financien, dividan, corrompan, y sean manipuladas por esas poderosas
fuerzas externas con cabezas de playa internas ya establecidas?
El
hombre común le hace esa pregunta incesantemente al especialista y no
recibe ningún intento de argumentación plausible, cuando esa es una
máxima preocupación de la humanidad que desea no sólo la democracia,
sino sobrevivir a la violencia, las injerencias y el poder del dinero, y
cuando es una obligación intelectual del hombre pensante responder por
las consecuencias de las ideas que disemina y las soluciones que
propone.
Lamentablemente
los que se visten de los vestales ropajes de las buenas intenciones y
las superiores virtudes cívicas, cuando se refieren a los que nos
oponemos al pluripartidismo en Cuba propuesto por las puntuales
personalidades del centro “moderado”, somos acusados de pertenecer a
organismos oscuros, manipulados o títeres de una campaña orquestada,
quizás como obedientes robots de un oficial de inteligencia de la guerra
mediática, soldados de la sombras, vergonzantes, “segurosos” amparados,
dicen los más primitivos de la vulgata opinante. ¿Será que uno imagina
en los demás no más allá de los bordes de su propia condición? ¿No
resulta un órgano como Cuba Posible y otros afines, por ejemplo, el
fruto de toda una organización previa, una logística, una estructura,
una coordinación e inevitablemente unas finanzas que no pueden exponer a
la luz pública?
Otro
de los “éxitos” de la “moderación” ha sido pura fabricación
intencionada, muy beneficiosa a una tendencia que pretenda echar raíces y
ganar simpatizantes y adeptos, sobre todo de notoriedad pública:
consiste en englobar
como adeptos del centro político, y victimizar, a un determinado
círculo de intelectuales cubanos, de distintos matices en sus
convicciones, presentándolos como objeto de una persecución orquestada,
y con ese fin los presenta como si todas esas personas fueran aludidas
en los criterios que se oponen al proyecto de Cuba Posible en los
recientes debates.
Así,
en la introducción a la recopilación de textos sobre el tema, en la
antología publicada por Cuba Posible, se afirma que ha existido “una “campaña anti-centrista” estructurada, coordinada y respaldada desde particulares centros de poder insular”
y presenta una relación de nombres con el claro objetivo de señalarlos
como las víctimas de esa “campaña”. Supone (inventan, sugieren) un
centro promotor, personas poderosas responsables, orientaciones u
órdenes, una complicidad administrada y previamente concertada y
amparada vergonzantemente en el poder.
Y
sobre todo implica una desacreditación de la sinceridad personal en el
ejercicio del criterio de personas de distintas geografías, profesiones,
desconocidas entre sí, a veces sólo virtualmente. Sin embargo, a
diferencia de ese grupo no coordinado, Cuba Posible muestra un vínculo
externo innegable con promotores de cambios de régimen y especialistas
en la subversión e intromisión en asuntos ajenos en todo el planeta. No
le resulta muy edificante e inteligente entonces pretender que otros
hagan lo mismo. De todas formas, si fuera el caso habría que dejar algo
muy claro, pues el relativismo oportunista quiere poner en el mismo
nivel de la balanza, por una parte la razón histórica del proyecto
socialista (más allá de los errores epocales o humanos o de
interpretación, que no pueden invalidarlo de su profunda razón y
necesidad), y por otra la criminalidad ética del capitalismo, sus
representantes o sus socios).
Pero,
aunque torpemente, acuden a un expediente que siempre deja réditos y
créditos. No se imagina mejor recurso para victimizarse ante el “poder”
agenciándose el prestigio de las víctimas de la persecución, aunque no
hay mejor forma tampoco de mostrar la fragilidad de este “éxito”.
Está
muy extendida la opinión entre ciertos demasiados entusiastas de la
mitología tecnológica, según la cual las redes “sociales”, las bitácoras
digitales donde podemos hacernos de una “cuenta” y armar un blog,
democratizan la vida pública. Aunque en verdad esta tecnología en
ciertas manos está funcionando como un arma del sometimiento, la
enajenación y el empobrecimiento espirituales, antes que de la
liberación, dada la brecha digital e informativa mundial, y la
recopilación de datos personales y su comercialización, y hasta el
espionaje que propicia su control injusto por un puñado de monopolios.
De
todas maneras, los adeptos a la teoría de la conspiración que imaginan
un origen espurio y coordinado de las opiniones que se expresan en las
redes contrarias a los objetivos del centro político en Cuba, no suponen
una variante mucho más sana y mentalmente saludable: sencillamente hay
otros que opinan, no necesariamente de profesión intelectual, que tienen
la vocación de expresarse y escribir, y hacen llegar sus textos para
que sean publicados a sitios más exitosos o más visitados, o lo publican
desde sus mismas páginas, sin conocerse entre sí, y sin previa
coordinación que no sea el posible intercambio que deseen establecer los
que puedan ser amigos o conocidos, o conocidos y amigos a partir de una
coincidencia de principios. Esos no son aceptados ahora como ciudadanos
que ejercen su libertad, sino como marionetas. Son los inquisidores y
otras lindezas, los pol pot caribeños, mientras la virtud de la
sinceridad y la honestidad se la apropian los que no tienen nada que
mostrar que no sean vínculos y agasajos con entidades foráneas y ajenas a
la libre determinación de Cuba. La diferencia es tanta que hay que
ocultarla con la mejor defensa posible, que es el ataque con la
manipulación.

Cena
del primer evento de Cuba Posible en Washington DC, enero 2015. En la
cabeza de la mesa Phil Peters (según Ted Henken es quien le presentó a
Yoani Sánchez), a sus lados Lenier Domínguez, Roberto Veiga, Julio César
Guanche, María Isabel lfonso, Arturo López Levy ( (Cuba Posible) Elaine
Díaz (Periodismo de Barrio), Harold Cárdenas (La Joven Cuba-El Toque)
Hugo Cancio (On Cuba)

Carlos
Saladrigas con varios contrarrevoluvionarios (Yoani Sánchez, su esposo,
etc) cumplimentando una invitación de los editores de la revista
Espacio Laical, hoy coordinadores de Cuba Posible, para una Conferencia
en el Centro Félix Varela donde se realizó esta foto en abril de 2012.

Yoani Sánchez elogia postura de Cuba Posible después del 17 de diciembre de 2014

Twitter
de Espacio Laical (cuando la dirigían los actuales editores de Cuba
Posible) promoviendo a Yoani Sánchez y Diario de Cuba
Pero
claro que no pueden aceptar esta variedad de “democratización”
inconsulta y espontánea a la que dicen aspirar mediante las redes,
cuando es usada por sus contrincantes en las ideas, es decir, cuando va
en contra de sus mismos intereses. Agitar el fantasma del oficialismo, y
las campañas orquestadas bajo una dirección centralizada en el poder,
les resulta mucho más rentable, pero también mucho más frágil. Pero si
se trata de otros sitios digitales, o “líderes” formados en otros lares,
por ejemplo, no los cuestionan ni con el clásico pétalo, porque
funcionan como los aliados virtuales de su cosmovisión. La oposición
“leal” al socialismo es un brebaje demasiado conocido y recocido, de
aroma equidistante, mezclado en extrañas y ajenas marmitas y sazonado
con mortíferos ingredientes. La única oposición leal posible, como nos
enseña la historia política por lo menos hasta el momento, es la que se
origina desde adentro, desde el riesgo del compromiso con intereses
comunes. Es la crítica que se define “desde una sola mente y un solo
corazón”, si es que debemos recordar a Martí cuando habla de la crítica
dentro del Partido Revolucionario Cubano.
Pero
no creamos que presentar un bloque de intelectuales perseguidos por la
“oficialidad” obedece a una manía de persecución cuasi paranoide. En
algunos de vocación y acción políticas confesas, es propaganda
intencional aunque sea proclamada desde un tejado de vidrio.
Este
escribidor, pese a su insignificancia pública, pero como presunto
miembro de esa “maquinaria” infernal previamente organizada, se ve
obligado a darles una mala, o una buena noticia, según se vea, pero de
índole personal, con disculpas previas a todos los que lean estas
líneas: soy un simple lector, sólo quizás de vocación muy temprana, una
persona común que como muchos otros sólo aprovechó la oportunidad de
estudiar y leer a pesar de nacer de una familia nuclear condenada a la
marginalidad de la pobreza, y que recibió la normal educación política
que propiciara la Revolución, con todas las lagunas y posibles aciertos
que le permitiera su personal esfuerzo y los límites de sus facultades. Y
declara paladinamente que no obedece a ninguna orden, orientación o
presión externa para expresar lo que piensa, incluso no se lo solicitó
ni sugirió siquiera inicialmente nadie, no se reúne, porque no puede, ni
con esos probables amigos o hermanos de ideas que conoce a través de
estos intercambios, no forma equipo. Aunque como bien dijera lealmente
el destacado ensayista Enrique Ubieta, no renunciaría ni se apartaría de
los que considera sus hermanos de ideas, pero que no le interesa un
protagonismo de grupo de ninguna especie, ni una pose intelectual que
vaya más allá de sus limitaciones y su profesión, pues “nadie crece más
allá de lo que vale”, por lo que se niega a ser “peón del veneno”, o
parte de una intencionada y dirigida campaña.
Un
lobo solitario, si lo prefieren así los que imaginan solapadas agencias
dedicadas al exterminio de personalidades. No lo creerán algunos de
todas formas, pero se afirma para que al menos se tenga la oportunidad
de desmentir esa afirmación. Otros evitan sacar a la luz de una
transparencia democrática por la que claman, el carácter, origen y
entramado financiero de sus vínculos.
La
antología sobre “el centrismo” se titula ¿”Centrismo”, o ejercicio de
la libertad ciudadana en Cuba?. Con respecto a lo que desea posicionar
su título opino que existe una esencial diferencia entre el derecho que a
todos nos asiste de pensar y decir lo que dicten nuestras más sinceras
convicciones (y en ese sentido podemos ser, por ejemplo, no comunistas o
hasta pro marcianos), y el derecho y la libertad de ejercer
proselitismo público de carácter político a favor del anticomunismo
desde una institución legitimada, como es la cubana donde una
constitución votada por el pueblo que declara su carácter socialista,
para con ello disputar un poder político que sin dudas no sería
gestionado desde sus orígenes sin la intromisión de fuerzas internas en
sinergia y con apoyo de fuerzas externas, cosa que ya está ocurriendo
aquí (Cuba Posible es su más visible ejemplo) y sucede hasta el hastío
en el mundo. Y ese es el objetivo, y el resultado nefasto del ejercicio
de esa “libertad ciudadana” que convocan.
Esa,
la otra arma “exitosa” del centro moderado de siempre: ampararse en el
prestigio histórico del pensamiento republicano y democrático. “Pero no
se trata, señores”, nos dicen, y nótese bien, – nos repiten como futura
plataforma de su imposible partido-, “que le propongamos implementar el
muy desprestigiado capitalismo, en todo caso, y por fuerza de cómo están
las cosas de la realidad en el mundo, sería cuando más un equilibrio
entre los dos modelos opuestos, o un capitalismo moderado, inevitable, realista,
y de cara amable y humana, que en todo caso es la única posibilidad que
tenemos para que nos salpique el derrame de la riqueza mundial que
despojan de otros pueblos. Se trata de ser realistas y lograr la
“normalidad” que imponen las circunstancias. Pero también repudiamos el
“fracasado” comunismo. Lo nuestro es la república ciudadana democrática
aunque “parezca” a los malintencionados inquisidores que nos hacemos
acompañar y aceptar por los foros de los principales enemigos de la
democracia y las repúblicas.” O como diría un forista del debate,
refiriéndose a las becas extranjeras, se trataría de aprovechar los
recursos del enemigo… Un discurso, que desde esas tribunas, suena
terriblemente a hueco.
La
“libertad” que nos proponen es aquella que se permite ejercer hoy por
las grandes potencias para que el poder político legitime el único voto
valedero, que es el del poderoso caballero Don Capital, para que quizás
en algún momento pase a manos de algún gobierno que intente dañar los
intereses económicos de los poderosos, pero el poder – y la verdadera
libertad – siga en manos económicas. Y de manera tal que aquel poder
político más o menos progresista, tenga las manos atadas hasta el
próximo relevo, lo cual, por añadidura, reporta otra buena ganancia: una
apariencia de democracia. O se trata del imperio de la ley republicana
sin sustancia clasista, donde el pobre y el villano, el rico y el
desposeído, como en el carnaval de Serrat, sean a la vez libres por una
noche de una muy asimétrica libertad, porque siempre es una libertad que
está a expensas de la ley subterránea del dinero, bajo cuyo manto,
cuando las amplias mayorías no detentan el poder político junto al
económico, ocurre como en Brasil, o como parece intentarse ahora en
Ecuador, en que la ley, ciega como dicen que es, se las ingenia para
mirar por el ojo de los intereses de los poderosos, y se arguyen
tropelías jurídicas para defenestrar a los obstáculos. Nada de eso,
señores, parecen decirnos, ocurrirá en Cuba con el pluripartidismo y la
libertad ciudadana podrá operar límpida, prístina y pura, libre esa
misma libertad de todos los ejemplos dañinos que hoy nos aleccionan en
el mundo.
Y
es que se trata de la propuesta de esa democracia que, cumpliendo
celosamente los preceptos de los modelos que se erigen en sus jueces
últimos, gane las elecciones a favor de las mayorías todas las veces que
pueda, pero no sólo no sean reconocidas como democracias, sino atacadas
con fuego y saña.
¿Acaso
nos prometen, y aseguran, que los intereses ajenos no financien la
política interna, que el poder mediático no engañe, deforme ni ofusque
el imaginario social, que cualquier clase adinerada estimulada ahora más
que nunca por el obamismo, no haga alianzas con el poder económico
mundial, ni tenga un sillón en el parlamento para abogar por sus
intereses dinerarios, que la libertad ciudadana impoluta brille en todo
su esplendor y no sea inficionada por ningún poder malévolo? Si me
adelantan al menos una hipótesis plausible de cómo van a lograr todo
eso, y todo lo demás que aquí no cabe pero bien se conoce, me acabo de
apuntar como miembro de vuestras esperanzas.
Y
es muy fácil tildar estas ideas como antidemocráticas, pero seamos más
originales que erigirnos en paladines de la libertad a la vez que
coqueteamos con sus verdaderos asesinos. Usen la audacia y la
creatividad para una democracia sustancialmente nueva y adaptada a este
momento de la historia particular de Cuba y el mundo, y para que
profundice y mejore la que ya Cuba comenzó entre dificultades sin fin a
crear, pero no nos hablen en nombre de esa “libertad”, que es la de los
poderosos para inmiscuirse en ella, mediatizarla y comprarla y agredirla
cuando tengan la oportunidad de jugar en su ruedo y que en su nombre
tantas víctimas tiene en su haber en todo el orbe, recordando a Bolívar
con respecto a nuestras patrias. Quien esto escribe es tan amante de la
democracia como el que más y siente respeto y admiración por los sueños
democráticos de los que ha luchado y muerto por conquistarla, pero
tanto, como el más profundo desprecio por los que simulan ser
democráticos, ofrecen un simulacro de libertad política para mantener
impune su propia libertad de ser dueños de las mayores riquezas que a
todos nos pertenecen, y logran engañar al hombre hasta que este logre
sentirse libre en medio de la manumisión, siempre encandilado esclavo
del único poder que nunca se pone en juego, que es el de los grandes
poderes económicos de este mundo.
Comprender
estas verdades es lo que le permitió a Fidel advertir que nunca
aceptaríamos que nos despedazaran en mil fragmentos de intereses
políticos. Que el poder del dinero no debe ni merece tener la libertad
de disfrazarse de libertad ciudadana, ni de promoverla y exigirla para
usarla a sus fines. Confío plenamente en que una masa crítica suficiente
de cubanos ya tienen como parte de su cultura política esa convicción, y
no la abandonará. Y no caerá engañada por llamados que quieren
atomizarnos, y que, por lo tanto, desconoce y desprecia el modo peculiar
en que ejercemos esa libertad en nuestro modo de conducir la
democracia.
Si
alguien puede citar un caso que no conduzcan a los descritos más
arriba, o a todas sus sutiles o descaradas variantes conocidas, que lo
argumente para nuestra realidad.
Y
opino que un organismo de vocación académica – política y ahora
partidista como Cuba Posible nació viciado de legitimidad para
participar en la política cubana y prometer libertad ciudadana desde su
mismo primer vagido, al vincularse a personalidades y entidades, algunas
de ellas no sólo anticomunistas, sino verdaderamente anti humanidad.
Finalmente,
el otro “éxito” de la presunta moderación de las cabezas pensantes y
responsables de la corriente ideológica que se quiere erigir en partido,
es haber fabricado la especie de un curioso ajiaco de personalidades
perseguidas, aunque si en algún texto algunos de ellos haya sido
señalado como pertenecientes a esa direccionalidad ideológica y
política, no tiene por qué ser un criterio monolítico emanado de una
campaña premeditada. Así, siembran la mendaz matriz de opinión de una
supuesta coordinación punitiva entre personas y sitios digitales
“anti-centristas” diferentes, coordinados y enfocados en un mismo
objetivo. Se afirma que por primera vez “dicha maquinaria ha sido activada y dirigida contra intelectuales incuestionablemente revolucionarios”, confundiendo en una misma mezcla a personalidades varias, de modo que aparezcan, indirectamente como apoyo a sus concepciones y, a la vez, víctimas perseguidas por una máquina infernal oficialista.
A
los que hemos opinado sobre ciertas propuestas, y la cosmovisión que
emanan de la letra y el espíritu de algunos contribuyentes,
principalmente de los directivos de Cuba Posible, se nos acusa de
extremismo, de estar a sueldo del pensamiento oficial, y de sembrar la
división, y subráyese bien, de estar
dirigidos o formar parte de una orquestada campaña desde un centro de
poder y, en definitiva, de la revolución en el poder, claramente
sugerido.
Es preciso tener esto último muy en cuenta en la pretendida pluralidad
con que la antología da a conocer una parte de los textos en la
recopilación que ahorita mencionamos. Así, a partir de esta premisa, el
expediente pretende enfrentar a “intelectuales incuestionablemente revolucionarios” con la Revolución y con su gobierno,
porque de eso se trata cuando se argumenta que las opiniones de los que
puedan tener una diferencia de criterio con ellos o con cualquier hijo
de vecino, representan y son amparados por el poder oficialista. Es de
tan desnuda intención manipuladora esta argucia con sabor a libelo, que
se denuncia sin rubor en su mismo enunciado. Como simple ciudadano que
admira y procura aprender de sus mejores intelectuales, y que admira y
lee desde hace tiempo a algunos de los aludidos, confío en que detecten
la jugada y no se dejen usar para ese propósito.
Por
supuesto que la intención de presentar como víctimas de una campaña a
todos esos intelectuales por igual, y que ponen de su parte, evita
referirse, por ejemplo, al hecho de que un destacado sociólogo cubano
que publica en esa plataforma, y que es uno de los fundadores, en un
intercambio polémico, ofrece una definición del “centrismo” hasta mucho
más certera que cualquier anti centrista de la vilipendiada ortodoxia.
El fenómeno existe, tiene sus militantes orgánicos y el sayo calza muy
bien en ellos. Los que se han sentido aludidos, sin serlo, deben
detectar la argucia con que quieren sumar su prestigio y la labor de
toda su vida al lado de la Revolución, a la formación futura de un
partido que sólo creará verdadera división nefasta a nuestro país. Si la
supervivencia de Cuba es lo más parecido que existe al milagro
providencial para algunos, se debe, si hay que escoger una esencia, a la
unidad de la tremenda diversidad de su pueblo, y al hecho de que su más
valiosa gente de pensamiento, pese a incomprensiones y tensiones
inevitables en las gestas humanas, siempre ha permanecido fiel al
proyecto socialista, remontando y diferenciando las mediocridades
humanas, de lo que es superior e imperecedero.
Porque
aunque es evidente, hay que notar que es como que un desencantado de
las ideologías, una persona que no cree ni apoya – no ya al gobierno
cubano – sino al ideal comunista mismo, – saliera en defensa de “incuestionables revolucionarios perseguidos”.
¿Cómo es posible creer en esa defensa dolida y plañidera? Los esfuerzos
del malabarismo suelen ser muy aleccionadores. Quien esto escribe no es
un intelectual de profesión, ni probablemente un “incuestionable”
revolucionario, más bien los revolucionarios deben cuestionarse y
discutir, – (obsérvese la contundencia enfática e intencional, la
resonancia de ese término empleado en la cita) -, pero, por favor, no
desearía que un no comunista rompa ese tipo de lanza por mi pobre
destino. En el sentido y el ámbito personales, un adversario ideológico
puede hasta salvarme la vida, o darme de comer, o curar las heridas
físicas o espirituales, y ser, como se dice, una persona decente y
convencida de sus creencias sin pago mercenario por sostener sus ideas.
Un adversario ideológico puede ser tu hermano, y hasta tu compañero en
el trayecto de la vida, un dialogante inteligente y hasta uno que aporte
una solución que se escapa, pero es mi compañero de ruta mientras sus
concepciones no pasen de una teoría cualquiera que todos tenemos el
derecho a sostener y defender, mientras se debata en la humana duda
honesta y la discuta, y de allí despliegue una acción política concreta
que pueda afectar a toda una comunidad. Apoyarlo, acompañarlo,
permanecer indiferente, o legitimarlo en ese momento significa apoyar y
ser cómplice involuntario o no del daño que la concreción material de
sus ideas y alianzas pueda provocar. Claro que eso pasa a su vez por
percibir y evaluar el daño, o cuando la flexibilidad se confunde con el
abandono de las propias convicciones. Pero en el ruedo de la lucha
política pública, en la disputa por el poder y las alianzas concertadas,
hasta prefiero que el hermano de armas, cuando sea verdadero, me
ofenda, y hasta, en determinado momento, no me comprenda, y no me
defienda. Que ya coincidiremos, quizás sin saberlo, tarde o temprano, en
el camino.

